lunes, 8 de abril de 2013

Agua entre granito: La senda de los molinos: Navalagamella

La senda que discurre paralela al río Perales la descubrí hace dos años gracias a Carlos, a quien le encanta pasear por bosques mediterráneos, y más si están cerca de la orilla de algún río. A mi me gusta considerar a Carlos como un guardián de los árboles y de los ríos. 


Esta ruta es muy completa, caminas entre parajes de encinas, enebros y fresnos, algunos robles, también cornicabras, y mucha jara y romero, por lo que el aroma en primavera es delicioso. Además el sonido del agua te acompaña durante todo el camino, gracias a que el río Perales baja en cascadas entre las rocas de granito. Y por último encontramos los restos arquitectónicos de un molino del siglo XVII. Se puede pedir más.


El río Perales nace de la confluencia de varios arroyos, su cauce es muy desigual y en los meses de verano prácticamente  inexistente, por lo que esta ruta circular de 6,5 km, es más aconsejable hacerla en primavera y otoño. Durante el invierno el caudal del río era usado por los molinos harineros de piedra.




Eran "molinos de cubo" que obtenían la potencia hidráulica de un deposito en forma de cubo que se llenaba del agua del cauce. Este mecanismo permitía disponer de fuerza motriz en ríos de poco cauce o grandes diferencias de caudal hídrico como es el caso del río Perales en este lugar. La referencia más antigua a estos molinos del río Perales se encuentra en el Libro de la Montería de Alfonso XI.





El Catastro de La Ensenada de 1750 indica que la localidad de Navalagamella, que por aquel entonces tenía una población de 677 habitantes, existían seis molinos harineros todos ellos de particulares, a excepción de uno que pertenecía al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Una proporción de un molino por cada 100 habitantes.



 Por último, indicaros que la Senda de Los Molinos se puede realizar a pie, en bicicleta y a caballo, y por ella hay varios descansaderos, donde reposar e incluso hacer una comida o merienda campestre.









lunes, 1 de abril de 2013

Zonas Húmedas: Lagunas de Castrejón

Entre las salidas de educación medioambiental que os proponemos se encuentra este precioso paseo por las Lagunas del Castrejón, humedal protegido y catalogado por la Comunidad de Madrid por su importancia en relación con la fauna que nos encontramos, y su relevancia botánica.

Podremos observar, con paciencia y algo de suerte, algunas especies de anátidas, abubillas, rabilargos, urracas, petirojos, carboneros y sobrevolando los cielos al buitre leonado.


Además de poder observar el vuelo de gran variedad de aves como el águila imperial, zampullines, agachadizas, cigüeña blanca, por el camino podemos escuchar cantos y revoloteos de verdecillos, carboneros, estorninos, urracas.

Este lugar tan maravilloso, como muchos otros rincones de la Sierra Oeste los que conocido gracias a Carlos, un amante de los bosques, los ríos y los animales, que se ha recorrido no sólo caminando, sino también en bicicleta, muchos de sus senderos y caminos. El primer día que me enseño este paraje por el año 2011, tuvimos la suerte de poder ver y después fotografiar la rana de San Antonio, que posa sobre los dedos de su mano.

Si os gustan los anfibios y reptiles, además de la rana común y una de mis preferidas, la rana de San Antonio, podemos observar anfibios como tritones jaspeados.


Rana de San Antonio
Espacio con clara naturaleza de humedal que incluye unidades ecológicas funcionales que actúan como sistemas acuáticos (en concreto lagunas naturales de interés ecológico). Además este espacio posee relevancia faunística y botánica.




Humedal incluido en el Catálogo de Embalses y Humedales de la Comunidad de Madrid (Acuerdo de 2 de septiembre de 2004 del Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid, por el que se aprueba la revisión del Catálogo de Embalses y Humedales de la Comunidad de Madrid; BOCM nº 220, de 15 de septiembre de 2004).

Pertenecen al término municipal de El Escorial y se encuentran localizadas en la cuenca hidrológica del Tajo, subcuenca del Alberche.





Cuando mi amiga Susana y yo llegamos a la charca localizamos dos anátidas que disfrutaba de la misma. En realidad eran dos azulones, aunque solo se divisaba una, la pareja se encontraba camuflada detrás de los árboles y cuando nos acercamos un poco más alzaron el vuelo con gran alboroto, alertando a todas las demás aves que se pudieran encontrar en los alrededores de nuestra presencia.

Susana con la Machota grande al fondo.