No importa la época del año a la que acuda a este paraje, durante todas ellas me parece maravilloso. A cada paso, sin necesidad de observar muy detenidamente, su ambiente de belleza y paz te atrapa, el agua embalsada refleja la variedad de sus cielos, azules, rojos, grises o salpicados de nubes. Siempre cambiante, las marcas de los bolos graníticos nos dirán donde ha llegado el nivel de sus aguas y las aves que vamos observando, darán las pistas de la estación del año en la que nos encontramos.
En primavera se encuentra tapizado de flores de vivos colores y verdes prados, de tallos brotando, abriéndose camino, siendo el momento en el que se encuentra en su máximo esplendor.
En primavera se encuentra tapizado de flores de vivos colores y verdes prados, de tallos brotando, abriéndose camino, siendo el momento en el que se encuentra en su máximo esplendor.
Es cierto que durante el otoño los ocres, amarillos y rojos de la variedad de árboles que habitan sus orillas, inundan todo el paisaje, además es el momento en que las pajizas hierbas que ha dejado el verano, dan paso a mullidos pastos que comienzan verdear.
Hay años en los que de pronto nos sorprende el invierno, a veces, ni siquiera deja tiempo a que caigan todas las hojas, cuando ya aparece el manto blanco de la primera y prematura nevada.
Parece que el verano, máxime si es muy seco y a pesar del bajo nivel de sus aguas, no nos va a sorprender, ni a dejar huella. Si queréis ser testigos, abrir la puerta y dar este paseo por el amarillo estío, aquí os dejo una prueba de la belleza que encierran algunos de sus rincones. Si el mismo finaliza con una mágica y radiante luna llena, creo que habrá merecido la pena.
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