lunes, 15 de abril de 2019

Viento, sal y arena: kitesurf en Calblanque.

Cuando una actividad te apasiona la adversidad del entorno desaparece del todo. Una mañana del pasado invierno comenzó a rolar el viento de levante. Si vives en Cabo de Palos ya sabes lo que significa eso. Un temporal de viento  de levante eleva olas y las enrosca, como ningún otro. Vamos, la climatología ideal para que los kitesurf puedan volar.

Me asomé a la ventana de mi habitación, para apreciar el rugido del viento, y la tremenda agitación de las hojas de los árboles. Pegué un salto de la cama y tras desayunar, me dispuse a preparar mi pequeño equipo fotográfico, y en un santiamén estaba camino de Calblanque. 

A medida que iba cruzando el Parque Regional, desde la lejanía podía divisar la cantidad de kitesurf que se habían convocado en la playa esa mañana. El cielo se había teñido de velas de todos los colores. Tras protegerme detrás de una dunas, durante las siguientes tres horas, pude disfrutar en directo de un majestuoso espectáculo. Aquí os dejo lo que mis ojos captaron.


Existen muchos dichos sobre el viento: "A buen viento, mucha vela, pero poca tela". "Delfines que mucho saltan, viento traen, y calma espantan". "Navegar contra el viento, es perder el tiempo". Y mi preferido: "Mucho vuela el viento, pero más mi pensamiento".

¡Os deseo que soplen vientos favorables para todos!














domingo, 3 de enero de 2016

La primera puesta de sol



Desde hace algún tiempo tenía ganas de darme un capricho: salir de viaje el primer día del año. Dejando atrás viejos convencionalismos sobre la fiesta de fin de año, nos fuimos a descansar pasados unos pocos minutos sobre las doce de la noche. Eso sí, salvando la tradición de las doce uvas, para dejar la puerta abierta a la llegada de buenas nuevas. Así que dicho y hecho, ese sueño se ha hecho realidad y el día uno de enero partía hacia el rumbo deseado: el mar mediterráneo.

Una vez aterrizada en Cabo de Palos, pensé que sería todo un lujo que el destino nos regalase uno de esos magníficos atardeceres que suelen darse por estos lares. No era tarea fácil de cumplir, el día llegaba a su fin con el cielo bastante encapotado. Sin embargo, en cuestión de minutos, mientras fotografiábamos las salinas de "Marchamalo", comenzó a abrirse el cielo, asomando los rayos del sol entre las montañas y el mar. Así que a toda prisa, para no perder ni un instante, nos situamos sobre la arena de la playa, para contemplar el espectáculo, que la naturaleza, en complicidad con que el primer día del año nos tenía preparado.

El sol iluminó a su paso lo que encontraba: el agua, los barcos, las antiguas casas de los pescadores y a nosotros. Nos envolvió con toda su magia, su fuerza y su fulgor, dejándonos un dulce sabor de boca. Un día que nos llenó de energía para afrontar con ganas el resto del año.













domingo, 29 de noviembre de 2015

Siempre, por siempre Calblanque.



Siempre, por siempre Calblanque, cualquier época del año. La mejor elección para visitarlo es fuera de la época estival, si te gustan poco o nada las aglomeraciones. Durante este mes de noviembre me lo encontrado así de espectacular, donde he podido recorrer cada rincón, como si se tratara de un paraíso entre el cielo y la tierra.

Mires donde mires, en cada plano visual encuentras belleza. Sus dunas fósiles, inmensas playas de arena dorada, palmeras ondeando al viento, paisajes llenos de frescura y de naturaleza salvaje. De telón de fondo las montañas verdes que contrastan con el azul intenso del eterno mar mediterráneo, que como sabéis, me tiene tan enamorada.

Este pequeño oasis natural se ha podido salvar de las garras del cemento y esconde una biodiversidad vegetal y animal, tanto en tierra, como en mar, que sorprendería a más de uno. 

Gracias a las nuevas veletas instaladas, las salinas de Calblanque se están recuperando, con ellas se bombea el agua salada del mar para que mantengan su equilibrio natural. Así más aves llegarán cada año, así dentro de ellas el farfet, un diminuto pez endémico en peligro de extinción, podrá seguir existiendo.

Por siempre, Calblanque.












martes, 25 de agosto de 2015

Amanece en Cartagena: días de cetáceos, barcos y atardeceres.


Desde aquel verano que aterricé en Cabo de Palos, sus rincones no han dejado de sorprenderme. Cuando descubrí las playas de Calblanque y posteriormente todo el Parque Regional, que incluye la Peña del Águila y el Monte de las Cenizas, me enamoré definitivamente de esta rica tierra.

He tenido el privilegio de recorrer el perfil de su costa por mar y por tierra. Curiosamente primero siendo testigo desde el mar de uno los grandes secretos que esconden sus aguas:  los majestuosos y bellos cetáceos.  

Así comencé embarcando en dos goletas de 20 metros de eslora, que se dedican al estudio y avistamiento de cetáceos: "El Else" de ANSE (Asociación de Naturalistas del Sureste) y con "El Karyam" perteneciente a Cetáceos y Navegación. Estos viajes han sido de los más placenteros y mágicos que he realizado hasta el momento y a los que me aficioné tras colaborar como voluntaria con la SECAC (Sociedad Española de Cetáceos del Archipiélago Canario) durante el Proyecto Life  2005, que tuvo por objeto estudiar a la Tortuga Boba (Caretta caretta) y al Delfín Mular (Tursiops truncatus). Desde entonces nunca más pude visitar un zoo que trate a estos colosales del mar, como marionetas.

Recuerdo una tarde en la que "El Else" atracado en el Puerto de Cabo de Palos, llevaba izada la bandera del Proyecto Life, y se disponía a realizar un pase de diapositivas en el muelle, para concienciar a grandes y pequeños de la riqueza marina que guarda nuestro Mar Mediterráneo. No he podido olvidar la cara de sorpresa de todos aquellos que descubrieron que bajo sus aguas, habitaban mamíferos marinos como delfines, calderones, rorcuales e incluso cachalotes. Seguro que todos hemos pensado alguna vez que los cetáceos son seres de otros océanos,  no llegando nunca a imaginar que en sus rutas migratorias también atraviesan el "mare nostrum".












Texto y fotos: Yolanda López.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Mar Menor en azul, plata y rojo: ¿cual prefieres?

Mar Menor en azul, plata y rojo: ¿cual prefieres?


Por suerte aún quedan rincones con especial encanto en el Mar Menor. Un lugar único e irrepetible, con un micro clima maravilloso y bellos paisajes, siempre y cuando no desviemos la mirada hacia la mole de edificios que plagan la lengua de la manga. Aún así desde el amanecer hasta el atardecer la luz que nos acompaña es mágica.

La gama de colores es espectacular. Desde el maravilloso azul, pasando por el brillante plata, hasta el soberbio rojo de la puesta de sol, merecen la pena ser recorridos para apreciar la belleza de cada uno de ellos. Me gustaría decir que no tengo preferido, sin embargo como tengo una especial debilidad por el crepúsculo, apostaré por el rojo.

Este es un paseo que se puede recorrer a pie o en bicicleta, desde las"Salinas de Marchamalo", hasta más allá de Mar de Cristal y Playa Paraíso. 

El observatorio de las "Salinas de Marchamalo" es una parada obligada para observar la diversidad de aves que paran en sus aguas, entre las que se encuentran los elegantes flamencos y muchas otras. Lugar declarado LIC (Lugar de Interés Comunitario) y zona ZEPA (Zona de Especial Protección de Aves). 

Si tomáramos como ejemplo otros lugares de Europa donde se han recuperado espacios salineros, podríamos redescubrir la maravillosa diversidad de que esconden estos parajes. Si continúan en el lamentable estado actual podrían desaparecer, ya que necesitan la entrada de agua del mar para que no se sequen, la retirada de la sal y algunos cuidados más, que han dejado de realizarse por sus propietarios desde hace muchos años.

Hoy mi mirada se ha enfocado hacia este hermoso mar interior.









































martes, 4 de agosto de 2015

Cabo de Palos: El puerto de mis amores

Cabo de Palos: El puerto de mis amores.

Recuerdo el primer día que visité Cabo de Palos hace ya más de quince años, durante unas vacaciones de verano. Fue el lugar elegido como punto de encuentro, a mitad de camino entre Moraira, donde me encontraba y Mojacar, donde se encontraban unos familiares. Y la verdad sea dicha, no le vi ningún encanto.

Un tiempo después, por circunstancias de la vida, terminé comprando una casa en Cala Reona, de eso han transcurrido más de diez años. Ahora se ha convertido en uno de mis lugares preferidos para hacer escapadas de descanso y relax.

Su pequeño puerto, refugiado de los vientos y temporales, tiene una luz mágica, sobre todo al atardecer. Solo algunos veleros pueden atracar en él, menos aún si hay mala mar, ya que tiene poco fondo y el calado de los barcos puede rozar en él.

Sigue siendo un puerto pesquero y mantiene el encanto de los puertos marineros del mediterráneo, y junto con el de Cartagena, son dos de mis preferidos, a los que con el tiempo he tomado un cariño muy especial, y a los que me gusta regresar cada año.